Los de tripas corazón

No aguantan la sangre y venas. Perdemos y llenos de llagas nuestros pechos, nos respiramos. A nuestro ardor no le interesa las intenciones, el desaliento gotea limón a corazón desnudo, con llagas. Nuestros  antojos tratarán de encontrarse, desde lo más lejos, desde lo más profundo. El delgado himen hemos roto y juntos hemos de pegarlo. Sin piedad le damos con machetes y con martillos al pedazo que bombea, que escupe sangre. Cosas que no deben pasar nunca, ni roces imposibles, lejanos, tremendos. Caras fijas, miradas de fuego, con sabor a prohibido, a la catarata de salivas y caliente sudor, mezclándose con violenta erupción, un apocalíptico desdén, la travesura. Los cuerpos no saben, ni lo demás. Saben nuestras neuronas sin saber lo que piensa el monstruo del sur. La terrible nube de Zeus ha tronado y nosotros damos espalda ardiendo en su trono. Nosotros sin pensar en ellos, en los dioses malditos que nos ven con todo el odio, con envidias. Quiero destripar la enorme víbora con lanzas y veneno en la punta. Es gigante y voraz, hambrienta de lo oscuro, del pecado ¡Cómenos entonces! Ya más podridos del vulgar pecado no podemos estar. La mordimos y con colmillos grandes, con sangre en los labios, con labios cortados, escupimos su carne. Y envueltos en llamas, nos quemamos, nos perdimos.