jueves, 30 de abril de 2009

Buenas noches no

Esta es la última noche de ti, el último suspiro de fuego en el pecho. La última ocasión que la memoria haga traerte y haga extrañarte, que me haga plañir deshecho. De una vez por todas salir del cáliz, donde gota a gota no pude derramar. Por fin tendré la noche mansa y los sueños en blanco, que sean nada excepto el despertar. Sólo sentir calor de un sol benévolo y nada más. Ya no maldecirme por idiota, sin razón alguna o simplemente la de no tenerte jamás. Ya se irán los desfiles tristes, esos que nadie vio y nadie sintió por calles oscuras, gritos disimulados, comparsas grises. Y las lágrimas extrañarán mi almohada, porque ella era el único testigo, porque ahí estaban bien, en la media noche del dolor y del recuerdo, de ti, mi castigo. Que lejos se marcharán mis tristezas y mis congojas. Partirá la tragedia y vendrá tibia melancolía, miel que se antoja. La veo irse ya, le digo adiós a la noche donde eras la dueña total. Adiós, verdugo con senos y linda cara, mi mancha voraz. Mejor así, pues el puñal con veneno se convertirá en flor solitaria que la acaricia la brisa en lejanas aguas. El papel y la tinta ya no probarán lo salado de mis ojos. La amarga y fiel resaca, obsequiada por la cerveza, ya no se reirá conmigo, de otros, pero de mí ya no, cruel despojo. Así es mejor, pues reposará la luna de verme llorar y de arrullarme con celeste brillo, lo único que pudo sedarme frente al recuerdo tierno pero crudo de tus labios coralillos. Correrá la vida por mis venas, y no las púas que corroen sangre negra, de carcomido corazón. 

Que terriblemente triste ser sobrio cada madrugada. Que terriblemente triste es desgarrar esto mil y una lunas, cada velada. Rechazar eternamente de aquellas voces las “buenas noches”.

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